El Líbano, un país al límite

  21 Junio 2016    Leído: 544
El Líbano, un país al límite
Niños sirios en un asentamiento cerca de Saadnayel, en el valle libanés de la Bekaa.
El agua del río Litani ya no corre por las veredas de Saadnayel, en el valle libanés de la Bekaa. En su lugar, por el cauce discurre una pasta espesa y verdosa, salpicada de basura. A un lado se extienden los campos de patatas. Al otro, las tiendas de lona sostenidas por palos en las que malviven decenas de miles de refugiados sirios que han huido de la guerra en su país. Saadnayel es la localidad libanesa con mayor concentración de refugiados sirios: doblan a la población local. A ellos hay que sumar otros 5.000 palestinos que llevan en estas tierras desde su expulsión en 1948. "La gente aquí es cada vez más pobre. Muchos jóvenes están dejando el pueblo para irse a trabajar al extranjero y los que quedan están pensando en marcharse. No nos sentimos seguros, cada vez hay más robos. Nuestras fuentes de agua se están agotando. Los sirios recogen el agua directamente de los manantiales y no la dejan correr, así que a nosotros no nos llega...", se queja Riad Sawan, vicepresidente de la municipalidad de Saadnayel. Su lamento recoge el sentir de muchos libaneses, que sufren los daños colaterales de más de cinco años de guerra en Siria, país vecino y antigua metrópoli. Más de 1,2 millones de refugiados sirios se han instalado en el Líbano huyendo de la violencia. Las escuelas libanesas funcionan con turnos de mañana y tarde para ofrecer educación a los niños refugiados; los hospitales se encuentran al límite de su capacidad y los servicios como el agua y la electricidad -deficitarios en un país que desde hace décadas sufre cortes diarios de varias horas- están colapsados. Las agencias humanitarias del sistema de Naciones Unidas y las ONG internacionales luchan cada día por prestarles asistencia, pero la escasez de fondos y la insuficiente solidaridad internacional hacen que los desplazados se encuentren sin apenas recursos para sobrevivir en su exilio forzoso.

Crisis y paro del 30%Con el mayor número de refugiados del mundo en proporción a su población, el Líbano está empezando a dar muestras de cansancio. Su economía se hunde en la crisis, el paro alcanza el 30% y la asistencia internacional llega con cuentagotas. La sociedad libanesa pide ayuda a una comunidad internacional casi insensible al drama de los refugiados. "Somos un país muy vulnerable y frágil. ¿Cómo podemos ayudar al 40% de los sirios desplazados? Esta carga es insoportable y la comunidad internacional no nos ayuda lo suficiente. Si el Líbano se hunde, el resto del mundo sentirá ese efecto", advierte el diputado independiente Yassin Yaber. "Necesitamos ayuda internacional porque nuestros recursos están al límite", advierte Mawaz Araji, alcalde de la localidad de Bar Elias, otra de las zonas con más población refugiada del valle de la Bekaa, donde se concentra el 40% de los refugiados sirios en el Líbano. De ese 40%, el 55% se ha asentado en Bar Elias. "Somos 40.000 habitantes aquí y los refugiados sirios alcanzan ya los 100.000", señala Araji. "Sufrimos problemas de seguridad, hay robos. Nuestras fuentes de agua están ya secas; nuestras infraestructuras, agotadas. Todas las aguas negras se están vertiendo al Litani, que es el principal río del Líbano y está contaminado", sostiene el alcalde. "Tenemos cientos de familias libanesas que son más pobres que los sirios, que no tienen para comer y que no reciben ayuda", añade. "Los refugiados sirios han provocado la subida de los alquileres de las casas, han copado todo el comercio de las pequeñas tiendas. Todo esto está creando tensión con los libaneses, a los que desplazan de los trabajos porque es más barato pagar a un trabajador sirio de forma ilegal", dice. "La presión en los servicios públicos como el saneamiento y la recogida de basuras es demasiada", incide Sawan, en cuyo ayuntamiento la Comisión Europea financia un proyecto para rehabilitar la red de agua potable. Con 700.000 euros de presupuesto, en nueve meses se ha podido rehabilitar el 80%. Fuentes de la Unión Europea reconocen que el asunto de los refugiados no es sólo humanitario, sino que debe ser gestionado también desde el punto de vista de las infraestructuras y ayudar a suplir las carencias que tiene el Líbano en cuanto a servicios públicos. Huyendo de la guerraLa guerra y la persecución en Siria están causando un gran impacto socioeconómico en este pequeño Estado mediterráneo. Con 183 refugiados por cada 1.000 habitantes, es el país que más peso tiene sobre sus hombros, según el informe que publica hoy el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) sobre tendencias globales, coincidiendo con el Día Mundial del Refugiado.

Y es que, con 4,9 millones de refugiados, Siria es el principal emisor de población al exilio debido a la guerra que azota el país desde 2011. Además del Líbano, Turquía (con 2,5 millones), Jordania (con más de 628.000), Irak (con casi 250.000) y Egipto (con 117.600) son los países que están acogiendo a los que huyen de la violencia entre el régimen de Damasco, las fuerzas opositoras y las milicias islamistas. Fuera de la región, Alemania (con 115.000 refugiados sirios) y Suecia (con 52.700) son los países con una mayor comunidad siria. España sólo ha acogido por ahora a algo más de un centenar. "En Bar Elias tenemos 52 asentamientos de refugiados sirios. Esta carga está causando una verdadera crisis social, tensiones con gente que dice que no debemos ser tan generosos...", dice Araji. No lejos de allí, en un asentamiento informal de Saadnayel, Fatima Hamud conversa con las otras dos esposas -más jóvenes- de su marido frente a su tienda. Todos salieron con lo puesto de Alepo hace tres años. "Nos quedaremos aquí hasta que podamos volver a nuestro país", dice la anciana, rodeada de niños que juegan descalzos. Salah al Din al Radif, de 53 años, es palestino y doblemente refugiado. Huyó con su familia del campo palestino de Yarmuk (Damasco) en 2012 y se instaló en la zona. "Mi casa en Yarmuk fue bombardeada. Los palestinos en Siria quedamos atrapados en una guerra que no es nuestra, pero por la que hemos pagado un castigo. Traje a mis cinco hijos al Líbano pero uno de ellos se ha ido a Noruega por la ruta del Mediterráneo. Las oportunidades aquí son limitadas y yo estuve de acuerdo en que buscara un futuro, aunque se arriesgara en el mar", relata.

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