Asentada en mitad del río Reventazón, en la vertiente caribeña de este país que cubre con electricidad al 99,4% de su territorio, la planta hidroeléctrica está casi lista para generar los 305,5 megavatios proyectados por el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), la entidad estatal que diseñó, construyó y operará la mayor planta hidroeléctrica de Centroamérica, considerada también la segunda construcción en tamaño en la región después del Canal de Panamá.
La nueva planta podría abastecer a más de medio millón de hogares, cerca de un 40% del total. Permitirá reducir al mínimo la operación de plantas térmicas, garantizar el abastecimiento cuando falte energía de otras fuentes renovables o exportarla al mercado centroamericano, explica el presidente ejecutivo del ICE, Carlos Obregón. Pretenden repetir el logro del 2015, con menos del 1% de su energía originada por combustión de petróleo. La organización World Wild Found publicó en 2014 un ranking de países limpios y colocó a la cabeza a Costa Rica, que desde 1884 ilumina su capital, San José, con energía hidroeléctrica.
Espacio para jaguares
Con un costo de 1.216 millones de dólares prestados por la banca estatal e internacional, la planta Reventazón está concluida en un 99% y ya funcionan tres de sus cuatro turbinas. Las 1.900 hectáreas que comprende la obra (en el cantón de Siquirres) incluyen tierras para reforestación y conservación por donde se espera pasen los jaguares. Las 80 cámaras dispuestas para monitorearlos ya los han captado.
“Todo el proceso es estatal. En la época actual es un modelo poco usado en el mundo, pero ha sido muy exitoso en Costa Rica, que tiene un mercado pequeño y debe estar centralizado”, dice Obregón, consciente de que el tema es polémico, ya que abundan los intentos de abrir del mercado eléctrico.
Las metas siguientes son tres plantas geotérmicas en volcanes del Pacífico norte, y entre 2018 y 2025 una nueva hidroeléctrica en el Pacífico sur que generará el doble de energía que Reventazón.
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