Dos personas se consuelan en el velorio en Kissimmee de Eric Ivan Ortiz-Rivera, una de las víctimas puertorriqueñas del tiroteo DAVID GOLDMAN AP
Kissimmee, un suburbio al sureste de Orlando, es el epicentro de la pujante comunidad puertorriqueña en el centro de Florida. El español, con referencias frecuentes al inglés, es el idioma dominante. El clima, con un calor asfixiante y húmedo, recuerda al de la isla caribeña. Tiendas y anuncios están enfocados al público boricua.
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Pero el ritmo alegre de la comunidad y la búsqueda de seguridad que llevó a muchos a emigrar a Estados Unidos han quedado alterados: los puertorriqueños colman la mayoría de víctimas (23 de las 49) del tiroteo, perpetrado el domingo por un estadounidense de origen afgano, en una discoteca gay de Orlando. El 90% de los fallecidos es de origen latino.
Juan Pablo Rivera y Luis Daniel Conde eran dos referencias en Kissimmee, de 60.000 habitantes, un tercio de ellos puertorriqueños. Gestionaban un salón de belleza. “Son los estilistas más conocidos, más anunciados y más reconocidas de esta área”, dice, todavía hablando en presente de los fallecidos, Shakira Rivera, de 38 años (26 en EE UU) y también estilista.
En las puertas del salón, ubicado a tres locales de una tienda de armas, se acumulan las flores, dedicatorias y velas en honor de Rivera y Conde, de 37 y 39 años, respectivamente, y que habían llegado de pequeños a EE UU. La noche del miércoles, unas 300 personas participaron en un homenaje frente a la peluquería. La comunidad siente que ha perdido parte de su esencia.
“Hay más dolor que sentimiento porque la persona que hace eso no tiene a Dios en su vida”, dice la madre de Shakira, Sonia Montalvo, de 58 años y enfermera retirada. “Hay más pena que odio, la gente ha dicho: ‘Estoy presente para ayudar a las familias’”, añade su amiga Mildre Bula, de 59 años y extrabajadora aérea. Bula dice que el tiroteo no le sorprendió porque teme la amenaza terrorista a la vez que pide restringir el acceso a las armas: “Ya uno espera, estamos en guerra, es algo normal”.
Montalvo llegó a Florida en 1990 con su familia. Dejó Puerto Rico porque buscaba una mejor educación para sus hijos. Cuando llegó, explica, el complejo de locales en el que está el salón de belleza era un campo en el que pastaban vacas. Todos los edificios alrededor no existían.
“Ha crecido muchísimo, ahora lo que predomina en la Florida central es el latino”, dice su hija Shakira. Kissimmee atrae a puertorriqueños, asegura, porque la vida es más barata que en Orlando y el boca oreja entre familiares. “Aquí no hay que hablar inglés”, agrega Bula, que destaca la cooperación entre la comunidad y las autoridades.
El autor de la masacre de la discoteca de Orlando el pasado domingo intercambió mensajes de texto con su esposa durante las tres horas que duró el tiroteo y la toma de rehenes.
Según han revelado fuentes de la investigación a CNN, las pesquisas se centraban desde este viernes en el contenido de ese intercambio entre Omar Mateen y su mujer, identificada como Noor Salman. En uno de esos mensajes, el tirador preguntó a su esposa si había visto las noticias. Ella respondió en una ocasión diciendo “Te quiero”.
Además, realizó varias llamadas, una de ellas a una televisión local, y actualizó sus cuentas de Facebook desde el interior de la discoteca. Se desconoce aún si Salman intentó alertar a las autoridades del ataque al club Pulse y si cualquiera de estas acciones llevará a las autoridades a presentar cargos criminales contra ella.
Javier, el tercer hijo de Montalvo y que nació en EE UU, explica que la mayoría de alumnos en su escuela pública son latinos. Las clases son en inglés pero se ofrecen clases especiales a los recién llegados para que aprendan el idioma. “Hay muchas oportunidades aquí para gente que viene de otros países”, dice el chico de 16 años.
Kissimmee está en el centro del corredor puertorriqueño que va paralelo a la autopista 4 que une Tampa con Daytona, en ambas costas de Florida. La población puertorriqueña en el Estado ha pasado de los 98.000 en los años ochenta al millón en 2014, asemejándose al número de residentes en Nueva York. Según algunas estimaciones, cada semana llegan hasta 1.000 boricuas al centro de Florida.
El boom es fruto de la crisis de deuda que vive la isla y el auge económico de Orlando, que el año pasado lideró la creación de empleo en EE UU, según el centro demoscópico Gallup. Puerto Rico es un Estado asociado a EE UU y sus habitantes tienen pasaporte norteamericano, lo que facilita su migración. “Puerto Rico está en quiebra, la gente no tiene trabajo, por eso que vienen todos para acá”, dice Bula.
El crecimiento demográfico también tiene efectos políticos. Los puertorriqueños, que en breve podrían superar al número de residentes de origen cubano en Florida, pueden ser un segmento clave en las elecciones presidenciales de noviembre. Florida es un llamado swing state, aquellos Estados que suelen cambiar de color político. Y los puertorriqueños también: teóricamente son más cercanos al Partido Demócrata pero también han apoyado a gobernadores republicanos.
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