Los sembradores de marihuana en Colombia afrontan un dilema. Dedicarse a cultivar las matas sólo para fines terapéuticos y evitarse los riesgos que implica seguir en la ilegalidad, o continuar como hasta ahora. La marihuana prohibida que cultivan al menos les garantiza una vida desahogada. En el norte del Cauca, departamento al oeste de Colombia y uno de los mayores productores, ya están debatiendo qué camino puede ser más interesante. Muchos llevan décadas en el negocio y otros se incorporaron hace poco más de un lustro, atraídos por un boom de altos precios.La inminente legalización tanto de las plantaciones como la comercialización de una droga considerada "blanda", siempre y cuando su destino sea paliar los males de los enfermos, es la causa de que la discusión esté sobre la mesa. La ley que lo permitirá avanza con paso firme en la Cámara legislativa, está a un paso de ser realidad en esta nación sudamericana, uno de los países del mundo en donde más la siembran.Podría ser una buena noticia en el Cauca, pero de momento genera más dudas que certezas. No sólo no tienen claro cómo aplicarían las nuevas normas, también inquieta su posible rentabilidad. Una cosa es sembrar como uno quiera, sin controles de ningún tipo, y otra tener que cubrir los costes que conlleva una empresa reglamentada por el Estado. "Apenas estamos analizando la situación las comunidades de Tacueyó, San Francisco y Toribío, las más afectadas. Hemos entrado a revisar y a discutir la marihuana medicinal, hemos dado pasos pero todavía no tenemos el documento final", indica a EL MUNDO, Henry Salazar, uno de los jóvenes líderes del pueblo indígena nasa y alcalde mayor de Tacueyó, situado en plena cordillera central andina. "Ya han propuesto a los cabildos que revisemos la ley y demos debates entre todos para ver cómo va a ser eso. Somos muy cuidadosos".
Plantación de marihuana en Tacueyó, región en la que no hay policía.
Entretanto, en Tacueyó, donde no hay policía, el Ejército sólo pasa de vez en cuando y es el Sexto Frente de las FARC la principal autoridad, más de un cultivador de marihuana está haciendo por su cuenta sus propios cálculos. "Yo estuve mirando por internet lo que presentó el Gobierno y tienen unos requisitos imposibles de cumplir para nosotros", señala un agricultor que pide omitir su nombre por seguridad. "Para un cultivo de 600 matas, como el que tengo, necesitaría uno invertir entre 40 y 60 millones de pesos (unos 12.000-18.000 euros). Es mucho dinero para saber si la van a comprar y a qué precio. Tiene que ser una compañía farmacéutica o química la que pueda arriesgarse. A un campesino le queda muy cuesta arriba".Los precios, en descensoDe momento prefiere seguir sembrándola como hasta ahora, para el mercado ilegal, aunque el precio ha caído de manera estrepitosa. Hace seis años les llegaron a pagar el kilo a 1.400.000 pesos (unos 400 euros) y en la actualidad está a 70.000 pesos (20 euros). "Cuando la pagaban bien uno tenía para ahorrar, para comprar moto, arreglar la casa, ahora solo da para el arroz", sentencia.Una de las causas del derrumbe fue la explosión de sembradíos. Los abultados beneficios atrajeron gentes de todo el país. Tacueyó y sus alrededores se llenaron de matas de marihuana y empezaron a proliferar los invernaderos, similares a los del sur de España. Como el calor incrementa la productividad, les pusieron bombillas las 24 horas. En las noches, la plaga de luces que invade las montañas hace que parezcan pobladas.Pudieron hacerlo porque las conexiones a la red eléctrica son informales y no pagan recibos. De otra manera, sería imposible costearlo. A la compañía eléctrica le genera un agujero financiero tan significativo, que este año cortó el servicio en algunos caseríos; sin luz, las matas no producen lo mismo."Es que es mucho el gasto, yo uso 60 bombillos de seis de la tarde a seis de la mañana pero sin energía se pierden, y agua tampoco le puede faltar, consume mucha. También hay que meterle abonos y luego hay que secarla en la pieza (habitación), que también gasta mucha energía. Y son tres cosechas al año", explica un labriego."Los bombillos causan un daño irremediable al medio ambiente porque secan la tierra", asevera Henry Salazar, que como otros dirigentes indígenas sueña con una región volcada en la agricultura tradicional, sin drogas de ningún género. "Un bombillo evapora el agua de una copita de aguardiente en dos horas y algunos invernaderos tienen 200 y 300 bombillos. Los calores intensos, picantes, que padecemos viene de todas esas cosas".No solo la naturaleza es víctima de la proliferación de sembrados de marihuana en el norte del Cauca, la juventud local se ha sumado a la legión de consumidores y se han alejado de las tradiciones de sus mayores, prefieren seguir la estela de las modas urbanitas. "El auge de esa mata han influido en que los jóvenes pierdan su identidad nasa, los padres no tienen autoridad sobre ellos y la tecnología los arrastra", indica Henry Salazar.No todos ven los peligros que sugieren los líderes indígenas. "Esta bonanza me ha permitido cobrar 5.000 pesos por corte (1`47 euros) y antes eran 3.000 (0`88 euros). Y tengo el doble de clientela", dice Ancisar Cuchillo, que tiene su establecimiento en la plaza principal de Tacueyó. Otros compraron vivienda, moto, coches, enviaron a sus hijos a estudiar en la ciudad. Y es una fuente de empleo para muchos vecinos.
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