Alemania paga pensiones de jubilación a 2.500 belgas que colaboraron con los nazis
“No soy nada utópico y no se qué va a ocurrir, pero me parece que es necesario denunciar injusticias como esta”, explica Alvin de Coninck, el investigador que descubrió que unos 2.500 belgas reciben puntualmente cada mes una pensión militar procedente de Alemania por sus servicios al III Reich. Que los oficiales alemanes de la época lo perciban es normal, reconoce, pues trabajaron para el Estado, pero que los colaboracionistas extranjeros lo sigan percibiendo “es incomprensible”, plantea. Una asociación de resistentes, Groupe Memoire, presidida por el exprisionero político Pierre Paul Baeten, ha reactivado su denuncia y ha empezado a recoger firmas para acabar con esta situación.
Piden el final de estas pensiones de jubilación, que consideran no sólo “inaceptables y moralmente injustas” sino también fraudulentas, porque no pagan impuestos en Bélgica, pues el Estado alemán se niega a notificar quiénes son sus beneficiarios o qué cantidades perciben. “¡Es triste! Bélgica no consigue tener esa información o no la quiere. Hoy por hoy, en Europa, no entiendo cómo Bélgica y Alemania no son capaces de intercambiar datos”, se queja Baeten en un reportaje en la cadena RTBF. La situación es doblemente injusta si se compara con la de las víctimas: en su caso, la Administración alemana “sí transmite toda la información a Bélgica y su pensión sí está sujeta a impuestos”, afirma la petición y corrobora De Coninck. Mientras las víctimas de trabajos forzados reciben unos 50 euros al mes, los cómplices perciben entre 425 y 1.275 euros.
El pasado colaboracionista de Bélgica es una página oscura de la historia del país. Al término de la Segunda Guerra Mundial, Bélgica investigó a 500.000 nacionales que se sumaron a las SS o al ejército alemán, o colaboraron en el envío de judíos y miembros de la resistencia a campos de concentración. Finalmente, unos 30.000 flamencos y 27.000 francófonos (bruselenses o valones) fueron condenados.
Los colaboradores belgas estaban bajo el mando del general León Degrelle. “Si tuviese un hijo, me gustaría que fuese como usted”, le dijo Hitler, según afirma Degrelle en su libro de memorias, escrito en España, donde halló refugio en tiempos de Franco y donde murió en 1994.
“La conferencia de Postdam anuló todas las leyes de los tiempos de Hitler, pero la nueva república alemana no lo reconoció”, y el decreto reconociendo como alemanes a los combatientes extranjeros ha pervivido, explica De Coninck. Bélgica planteó el tema por primera vez a Alemania en los años noventa, pero Berlín escurrió el bulto amparándose por ejemplo en que la obligación de informar sobre el pago de pensiones a otro Estado miembro no afecta a las militares. Dinamarca tiene varios “casos delicados”. Y Holanda preguntó a Alemania el año pasado por el tema. También hay españoles recibiendo pensiones alemanas, en este caso por haber combatido en la División Azul contra la Unión Soviética; hay aún 41 excombatientes, ocho viudas y un huérfano que reciben estas pensiones según la reciente denuncia del diputado alemán Andrej Hunko (Die Linke).
La cifra de 2.500 beneficiarios belgas data del 2012 y se basa en el número de colaboradores o viudos vivos en ese momento, por lo que la cifra actual probablemente será inferior. El Gobierno belga se ha comprometido a reactivar el caso. “Compartimos su indignación”, ha afirmado por boca de su portavoz Daniel Bacquelaine, ministro belga de Pensiones, que se ha comprometido a estudiar la situación. “No podemos dejar que esto ocurra”, reivindica Alvin de Coninck, pensando en su padre, el famoso resistente belga y brigadista internacional Albert De Conick, alias Vic.