Todo lo que pueden aprender los políticos españoles de la campaña de EE.UU.

  11 Junio 2016    Leído: 628
Todo lo que pueden aprender los políticos españoles de la campaña de EE.UU.

Este sábado los partidos políticos españoles preparan el que va a ser el primer fin de semana de campaña. Los candidatos y sus afines recorrerán las calles, hablarán en público, repartirán folletos… Todo en un intento de arrancar hasta el último voto, aquel que, según confirman las encuestas, va a tener –ahora sí– más importancia que nunca. Mientras, al otro lado del Atlántico, los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos, ultiman un fin de semana más, en una campaña en la que llevan ya más de un año, camino hacia la Casa Blanca. La suya es una carrera de fondo. La de aquí, otra campaña más donde gana el que consiga imponer sus temas. La suerte está echada por segunda vez.

Daniel Ureña, profesor de Comillas ICADE y Director del Aula de Liderazgo Público, destaca de Estados Unidos una campaña atípica, «marcada por la irrupción de Donald Trump como candidato y que se esperaba mucho más fácil para Hillary Clinton». Jorge Santiago, director del CIGMAP y Decano de la Facultad de Comunicación de la UCJC, resume la campaña hacia la nominación estadounidense: dura, pero no despectiva. Para este experto, al contrario que hace ocho años, ahora la sociedad estadounidense no tiene tan definido qué es lo que quiere. Entonces, con dos aspirantes como Barack Obama y Hillary Clinton, «el Partido Demócrata dio a los suyos lo que querían: o un negro o una mujer». «La gente votó a Obama con el corazón, y hay otras veces que votamos con el hígado, al menos malo: esto es, cuando no tienes claro a quién votar porque no te gusta ninguno, pero tienes que ejercer tu derecho», apunta en relación a la incógnita de quién ganará en noviembre.

En lo que ambos expertos coinciden es que en España, la repetición de las elecciones va a rebajar el tono. «Los partidos van a hacer campaña pero van a intentar que no se note mucho; no creo que protagonicen grandísimos mítines ni puestas en escena espectaculares», señala Ureña. «Vamos a ver una campaña muy selectiva, con muy pocos mensajes pero muy impactantes y directos, basados en el hartazgo», destaca Santiago. «Los partidos ahora tienen que pensar en molestar a los ciudadanos lo menos posible, pero aún así tienen que decirles por qué tienen que votarlos». Esta lucha por imponer su agenda será clave: «Una campaña es una lucha de agendas, y los partidos deben ser capaces de imponer, también, su pregunta ‘¿por qué debéis votarme?’», dice Ureña.

Pero, ¿qué pueden aprender los candidatos españoles de la campaña de Estados Unidos para ganarse nuestro voto? Para Alan Schroeder, profesor de Periodismo en la Universidad de Northeastern (Boston), «los candidatos estadounidenses tienen una mejor idea de cómo hacerse interesante para los votantes». Además, saben aprovechar mejor la oportunidad que brindan los medios de comunicación. «En un país de 325 millones de personas, una fuerte presencia en los medios es necesaria para atraer la atención», asegura. «Los candidatos estadounidenses interactúan de manera más personal con los votantes que los candidatos españoles».

«Los políticos en campaña hacen poesía y luego cuando gobiernan, hacen prosa», dice Santiago en alusión a la continua exposición televisiva a la que se someten los candidatos. En este sentido, la apariencia de reallity show que tienen las campañas se debe a la necesidad de ser vistos y ganar presencia. «Tiene que ser espectáculo, porque el principal objetivo es llegar a los ciudadanos y que les presten atención».


En esta ocasión ha sido Donald Trump quien ha hecho que la campaña sea muy agresiva y muy dura. El candidato republicano «tiene cogida la medida a la campaña, ha sabido adivinar el sentir de los estadounidenses en este momento aunque nos resulte extraño aquí en Europa», según señala Santiago. Y frente a él, una Hillary Clinton que puede cometer un error: «Enviar, como él, mensajes incendiarios para aglutinar a los medios, pero que no calen de la misma manera».

Otro de los aspectos fundamentales en que los políticos estadounidenses tienen la batalla ganada es en el humor. En sus discursos siempre está de alguna manera presente. Sin ir más lejos, durante la última cena de corresponsales en Washington, el presidente Barack Obama hizo gala de su lado más cómico con un discurso plagado de bromas.


En opinión de Schroeder, los políticos españoles deberían incorporar más humor en sus presentaciones. A pesar de nuestra fama de divertidos, esto no se transfiere a la cultura política. «Puede ser un arma especialmente eficaz contra un oponente», asegura. Además, aumenta la simpatía de un candidato, «porque a todo el mundo le gusta reír». Arrancar unas risas al público es algo difícil, pero sí lo hace un candidato puede ganarse a los electores. «Los candidatos deben estar más dispuestos a aparecer en contextos como el de El Hormiguero, donde pueden mostrar un aspecto más informal de su personalidad».

Otro de los pilares fundamentales de toda campaña electoral son los debates. En Estados Unidos son sagrados y son considerados una obligación política. Despreciarlos, intentar reducir su número o pactar condiciones son síntomas de inseguridad. «Me parece que los políticos estadounidenses están mucho más acostumbrados a debatir. Entienden la importancia de los debates para los votantes y a los periodistas, y la mayoría de ellos se sienten obligados a participar».

A pesar todo, España ha evolucionado mucho en este aspecto, especialmente durante la campaña de 2015, dada la alta competitividad de las últimas elecciones. Los medios de comunicación se lanzaron a crear nuevas fórmulas –El País debate digital, el debate a cuatro, el cara-a-cara, Salvados–. «Diferentes formatos revelan diferentes cosas acerca de los candidatos políticos. Resulta útil para el público al poder observar a los candidatos en una variedad de facetas». «No obstante, me parece que los políticos españoles siguen siendo reacios a debatir, tal vez por miedo».


Todas las campañas electorales tienen sus particularidades, pero si hay una campaña reciente que destaque por encima de todas fue la de 2008, cuando irrumpió Obama en la escena política. Para Diego Beas, autor del libro «La reinvención de la política: Obama, internet y al nuevo esfera pública», los partidos políticos españoles hicieron una lectura errónea y trataron de imitar de «una manera un tanto burda» las lecciones de la campaña del actual mandatario de 2008. «Las campañas electorales tienen unas reglas y unas particularidades que no se pueden emular de una manera tan directa».

«En España ha habido demasiado énfasis en la parte de comunicación y no tanto en la organización de base», opina; lo que en el mundo anglosajón se conoce como «grassroots», las comunidades de personas voluntarias que trabajan para apoyar un candidato o partido.

«En la campaña de Obama fue mucho más importante que la comunicación, el uso de las herramientas tecnológicas para organizarse», destaca Beas. El equipo del todavía presidente de los Estados Unidos consiguió «llegar a muchísimas personas, con mensajes políticos muy específicos» y logró «que una cantidad de personas sorprendente se interesara por un personaje» que hasta entonces era desconocido. «La parte de comunicación fue posterior y muy residual en comparación a esto», opina. «Aquí se ha enfocado el trabajo en redes en simplemente parecer que es un candidato popular, en tener seguidores en Twitter o en Facebook. Pero esto no es algo que acabe teniendo una consecuencia sobre el resultado electoral».


El microtargeting es la más común de todas ellas y consiste en la identificación de cada elector en función de una serie de variables como la edad, profesión, estudios… e incluso por su opinión sobre temas tratados durante la campaña. De esta forma se conoce a fondo a los electores y se pueden crear mensajes específicos para cada hogar; dirigirse a ellos de una forma especializada para ganarse su voto.

Beas destaca que en el lado demócrata, tanto los equipos de Sanders como Clinton, están desarrollando «sistemas informáticos muy sofisticados con bases de datos» que permiten interpretar y hacer una lectura de tendencias –tanto en la prensa como en los redes sociales– que permite «calibrar mejor los mensajes en las campañas». «Esto no lo vimos de una forma generalizada hasta 2012 y realmente no se ha exportado a España porque requiere mucho desarrollo tecnológico por parte de los equipos de campaña y no hay ni ese grado de conocimiento ni de sofisticación en los equipos», asegura.

«El fenómeno de Trump no pasa tanto por la cuestión tecnológica, de hecho ni siquiera utiliza encuestas tradicionales, lo cual dentro del partido republicano se le critica porque lo hace de una manera poco organizada y muy intuitiva. No es una campaña para nada tradicional», apunta Beas.

En España, la repetición de elecciones y la amenaza de que no haya acuerdo va a poner de manifiesto si todo habrá servido para algo o no. «Es lógico que hayamos tenido una legislatura de seis meses: no estábamos acostumbrados a esto, sino a que ganara uno u otro y con un tripartito o pacto se pudiera gobernar», señala Santiago, que augura que esas mayorías absolutas que antes ocurrían «no volverán, por lo menos, en los próximos diez años».


Al final, y según los expertos, todas las campañas electorales en todos los países del mundo, tienen el mismo fin: llegar al mayor número de personas posible para transmitirles nuestro mensaje de la mejor forma posible. Sin embargo, sí que cada país tiene una peculiaridad, que ya puede ser religiosa, cultural… En el caso de EE.UU. sería geográfica, con un país igual de grande que toda Europa. «Es inviable que los candidatos puedan tener cercanía con el ciudadano, pero las primarias y los caucus hacen que los candidatos viajen mucho pero están durante muy poco tiempo en unas jornadas muy intensas con los ciudadanos», sentencia Santiago.

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