“Si no me tomo un café cuando me levanto, no soy persona”, “sin un café no funciono”. ¿Quién no ha dicho alguna vez una de estas frases?
El café es una de las bebidas que sustenta el día a día de muchas personas. En España, por ejemplo, más de 20 millones de personas toman -al menos- una taza cada día, un 63% de las personas mayores de 15 años.
Cada una de las tazas que bebemos puede contener entre 60 y 150 miligramos de cafeína: “la sustancia que altera el estado de ánimo más consumida en el mundo”, según la Escuela de Medicina John Hopkins. Y el café no es la única vía a través de la cual la consumimos.
Nuestro cuerpo recibe pequeñas dosis de cafeína cada vez que tomamos tés, refrescos, bebidas energéticas, chocolates, helados, chucherías e, incluso, medicamentos.
Este estimulante puede generar problemas como ansiedad o trastornos del sueño y, también, adicción. De hecho, solo es necesaria esa preciada taza de café matutina para que se produzca esa dependencia.
Si dejásemos de tomarla, es probable que nuestro cuerpo experimentase los síntomas del síndrome de abstinencia del café:
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