La ajustada victoria de Pedro Pablo Kuczynski en las presidenciales del Perú anuncia una presidencia frágil que deberá moverse entre guiños a la izquierda, a quien debe sobre todo el empujón final de su campaña electoral, y la necesidad del apoyo del partido de Keiko Fujimori en el Congreso, donde Fuerza Popular obtuvo mayoría absoluta en las legislativas de abril.
En cualquier caso, Kuczynski –de derecha, igual que Fujimori, aunque menos populista– aplicará la misma política de ortodoxia económica que ha venido sosteniendo el extraordinario crecimiento económico del Perú en la última década. Perú se convierte en otro país latinoamericano donde la izquierda deja el poder, aunque la gestión de Ollanta Humala tuvo poco que ver con el bolivarianismo.
GOBIERNO DÉBIL. Excluida de la segunda vuelta, la izquierda parece haber coronado a Kuczynski, quien dio un estirón en las encuestas después de que en la última semana su líder, Verónika Mendoza, pidiera formalmente el voto para Peruanos Por el Kambio (PPK, las mismas siglas que su candidato).
Kuczynski tendrá que hacer algunos gestos pensando en los votos extra que ha tenido, pero no dará un giro giro a la izquierda, pues lo que sobre todo necesita es la colaboración de Fuerza Popular en el Congreso, donde el partido de Fujimori cuenta con 73 de los 130 asientos.
«Al día siguiente de las elecciones la izquierda se convierte en oposición», advierte Víctor Andrés Ponce, columnista peruano, director del portal de opinión El Montonero. «Para la gobernabilidad, Kuczynski necesita el fujimorismo, pero conforme se acerquen las presidenciales de 2021 más bien van a competir, pues Fuerza Popular no querrá asumir los costes de apoyar al Gobierno, lo que lleva a pronosticar un Gobierno frágil».
ORTODOXIA ECONÓMICA. Si el Perú ha mantenido desde principios de siglo la misma política económica, a pesar de que los presidentes Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala llegaron al poder con planteamientos divergentes, con mayor razón la seguirá Kuczynski, que dio muestras de su comunión con el liberalismo económico como ministro de Economía de Toledo y en su carrera como empresario.
«Va a haber un gran entusiasmo en Wall Street, es su niño mimado», señala Aldo Mariátegui, uno de los periodistas de pluma más combativa del Perú. Mariátegui cree que algunas de las medidas populistas que Kuczynski incorporó en su programa, como la reducción de tres puntos del IVA, difícilmente van a poder aplicarse. «La caja no da para eso», advierte. Y aunque no tiene porqué haber especial disputa en materia económica entre el presidente y la mayoría de Fujimori en el Congreso, «PPK y Fuerza Popular parten de una campaña electoral muy crispada que ha sido un error por parte de Kuczynski, pues complica la relación», dice Mariátegui.
POLITICA EXTERIOR SIN FRENTES. Tampoco las grandes líneas sobre la política exterior y el comercio internacional van a cambiar. Los dos candidatos de la segunda vuelta eran firmes partidarios de profundizar la Alianza del Pacífico y de ratificar el Acuerdo Transpacífico. Lógicamente el nuevo presidente no se va a alinear con las naciones del Alba –ni siquiera lo hizo Humala–, pero tampoco es previsible que se alíe con otros países para formar un frente activo contra Venezuela.
Kuczynski se beneficiará de su mejor imagen internacional, frente a una Fujimori que, al menos de entrada, podía provocar reticencias en el exterior. Además, «en la lucha contra el narcotráfico, Estados Unidos puede sentirse más tranquilo con Kuczynski, después de las informaciones que han ligado algún dirigente del fujimorismo con ese negocio», opina Luis Pásara, peruano residente en España y fellow de la fundación Due Process of Law.
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