Ha llegado el día en que Colombia le devuelve el favor a Ecuador por la ayuda que le envió en 1999 ante el destrozo que dejó un seísmo en el Eje Cafetero colombiano. El presidente Juan Manuel Santos le tendió una mano ayer al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, que afronta una reconstrucción milmillonaria de toda la costa norte golpeada por el terremoto del sábado pasado. El movimiento telúrico dejó más de 600 muertos y más de 25.000 desplazados que ahora buscan comida, agua y un nuevo techo donde vivir.
Santos llegó ayer a las 10 de la mañana a la base aérea militar de Manta, acompañado de un avión con 23 toneladas de asistencia humanitaria de emergencia. La aeronave militar, de nombre Júpiter, traía 1.000 raciones alimenticias de 18 kilos cada una, 1.000 kits de aseo y 3.000 mantas y toldos. Correa, que llegó unos minutos antes en el avión presidencial, saludó a su homólogo colmbiano y le acompañó a conocer la zona cero mantense.
El barrio pesquero de Tarqui, situado al pie del paseo marítimo de la ciudad, ha pasado la semana levantando escombros y reclamando comida a los militares que la reparten. Las manzanas más dañadas ya están cortadas al paso, y los técnicos evalúan qué viviendas y edificios, de los que quedaron en pie, deben ser demolidos por daños que no se ven a simple vista entre tantas grietas, muros caídos y casas totalmente inclinadas o partidas en dos.
El recorrido de los dos mandatarios fue breve, dado el riesgo de derrumbe, pero suficiente para comprobar la magnitud de la catástrofe. Los ciudadanos seguían desde el exterior del perímetro de seguridad los pasos de la comitiva, con decenas de periodistas y similar cantidad de militares, que seguían a Santos, a Correa y a los ministros ecuatorianos de Defensa, Ricardo Patiño, y de Finanzas, Fausto Herrera, junto con la canciller colombiana, María Ángela Holguín, y el director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastre de Colombia, Carlos Iván Márquez. "Presidente Correa, somos comerciantes de Manta. Escúchenos", le gritó un grupo de hombres que consiguió acercarse a pocos metros. El líder ecuatoriano les saludó y les emplazó, con un gesto de la mano, a conversar en otro momento, en un comportamiento mucho más apacible que el de días atrás, cuando Correa advirtió a quienes le gritaban que podrían ser detenidos.
Tareas de rescate
De la expectación que levantó la visita de los presidentes andinos no se enteraron vecinos de tres o cuatro manzanas más alejadas. Allí, los afectados trataban de rescatar en un trabajo de hormiga lo poco que quedaba bajo el cemento y el amasijo de hierros, aunque fueran álbumes de fotos familiares o libros de estudio. Otros simplemente se resignaban a esperar la nada. "Hay demasiadas familias destrozadas", decía una chica, mientras su vecino enseñaba las cicatrices ya secas que le dejó su casa al venírsele encima. "Me sacaron unos amigos", explica.
Las tareas de rescate no se han interrumpido y continuarán, pese a la poca esperanza de encontrar a alguien con vida, hasta el martes: 12 días después de la catástrofe. Entre los rescatistas, hay medio centenar de bomberos colombianos que han colaborado con las autoridades nacionales en la búsqueda de supervivientes.
Y entre los rescatados, ya sin vida, también hay 11 colombianos, de los que cinco han sido repatriados, según el informe de la presidencia colombiana. Se han presentado, además, 519 solicitudes de localización: 410 ya están ubicados y 109 están aún por localizar.
Antes de despedirse, Santos acudió con Correa a la base naval de Manta para recibir a la nave Tribuga de la Armada de Colombia, que llegó también con 65.000 galones de agua corriente, 10.000 galones de agua envasada, 2,5 toneladas de kits de aseo y cuatro toneladas de víveres.
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