"No se preocupe. Todos ponen esa misma expresión la primera vez que me ven en persona", me dijo cuando llegué a su casa para entrevistarlo en ocasión de su cumpleaños 18, este 1 de abril, y no pude ocultar una tonta cara de asombro ante su estrafalaria figura.
La casa de John desconcierta al igual que su propietario. Su madre y su padre —mexicanos, ya fallecidos, y también enanos— la adaptaron para facilitarse la vida. Los picaportes, por ejemplo, están colocados a la altura de las rodillas de un humano promedio, las mesas y sillas tienen patas cortas, la meseta de la cocina está a baja altura y un frigobar ocupa el espacio que en otra casa ocuparía un refrigerador de mayor tamaño. Si bien la casa le resulta algo incómoda debido a su actual estatura, John ha decidido no hacerle ningún cambio ni mudarse a otro hogar.
"Aquí nací, aquí crecí, y aquí quiero morir", dice convencido John, mientras me hace el 'tour' por toda su vivienda. Aunque la casa es de puntal alto (le calculo unos cuatro metros), las lámparas cuelgan hasta muy baja altura por lo que debo andar con cuidado para no golpearlas con mi cabeza.
La única concesión que ha hecho John a la desmesura es la pantalla plana de 90 pulgadas que ocupa un lugar señero en la sala del inmueble. Y no tanto por estar a la moda, sino porque se le dificultaba ver cualquier programa en la vieja tele de 15 pulgadas de sus padres. Acaso para compensar su exceso —no me atreví a preguntarle—, unos bonsáis rodean la cajonera baja que sirve de base al televisor.
John no es el primer deportista de la familia. Su padre José Guadalupe jugó como 'short stop' (parador corto) en las Grandes Ligas para los hoy llamados 'Miami Marlins'. Como nunca le hacía 'swing' a las bolas altas por resultarle inalcanzables y era, además, un especialista en chocar los lanzamientos bajos, resultaba un bateador difícil. Cuando se retiró del béisbol tras 15 temporadas, Samuel tenía una promedio de bateo de.317. De él heredó John su pasión por el béisbol pero no su talento, por lo que nunca lo practicó.
Cuando John tenía quince años sobrevivió al trágico accidente de coche en el que sus padres perdieron la vida. Apenas medía 70 centímetros, por lo que todavía viajaba detrás en un asiento de bebé. Ello le salvó la vida, pero las fracturas que sufrió en ambas piernas con pérdida de tejido óseo llevaron a los médicos a experimentar con la hormona del crecimiento para acelerar su recuperación. El tratamiento no dio el resultado esperado, sino todo lo contrario.
"Empecé a perder estatura", recuerda John. "Si eso es preocupante en una persona normal, imagínese en un enano".
Los médicos lograron detener su decrecimiento, pero no revertirlo, por lo que John fue un enano 'estándar' hasta los 16 años cuando un tío suyo, que cultivaba zanahorias gigantes en Illinois, se lo llevó a vivir con él. Los científicos no saben si por pura empatía con las colosales hortalizas, por resultar afectado por los novedosos métodos agrotécnicos de su tío o por seguir al pie de la letra el dicho de 'crecer ante las adversidades', a partir de entonces el huérfano, lesionado y diminuto John empezó a aumentar de tamaño aceleradamente, aunque manteniendo su desproporcionada figura de siempre.
"Los zapatos empezaron a apretarme, la ropa a quedarme entallada, las gorras ni se diga… En apenas seis meses crecí hasta los 1,20 metros y cuando cumplí 16 años ya estaba cerca de los 1,90. Era mucho más alto que mis compañeros del Bachillerato, pero todos seguían refiriéndose a mí como 'el enano'", refiere.
Fue por esas fechas que un buscador de talento del 'Miami Heat' pasó por la escuela de John y a pesar de las piernas corvas y los brazos cortos se lo llevó a las divisiones menores del equipo. Dos años después, con 2,95 metros de estatura, debutó con el equipo mayor.
"No sé si soy bueno para esto del baloncesto", reconoce John. "Yo únicamente me coloco bajo el aro [que sin saltar alcanza con sus manos], me pasan la pelota y la encesto. No soy un pívot espectacular pero lo que hago no contraviene ninguna regla de la NBA".
Con un promedio de 40 canastas por partido en la temporada de su debut, John fue elegido 'novato del año'. Como nada indica que vaya a dejar de crecer próximamente, ya muchos equipos preparan sus chequeras para cuando se convierta en agente libre una vez que expire su contrato de tres años con el 'Miami Heat' y su estatura sea de récord Guinness.
A John todo el furor mediático en torno a su figura lo tiene sin cuidado y entre partido y partido lo más habitual es verle en casa regando sus bonsáis mientras escucha la música del grupo 'Menudo', del que se reconoce fanático. O leyendo algún libro de su extensa biblioteca, en la que todos los ejemplares son —era previsible— ediciones de bolsillo. 'Los viajes de Gulliver' es su lectura favorita, lo que se revela en lo manoseado del ejemplar y, sobre todo, en los irónicos nombres de sus queridos perros: 'Lilliput', un gran danés jaspeado, y 'Brobdingnag', un chihuahua color café.
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