La militarización global del agua

  30 Marzo 2017    Leído: 1147
La militarización global del agua

La delegación de Iztapalapa tiene casi dos millones de personas y es una de las más pobres de la ciudad de México, con más de 20 millones de habitantes. Diariamente camiones cisterna realizan cerca de mil viajes para abastecer a las 69 colonias de esa delegación que sufren escasez crónica. Según una serie de reportajes publicados por The New York Times, la ciudad se está hundiendo como consecuencia de la escasez ya que las perforaciones han debilitado los lechos de arcilla.

Pero las preocupaciones del redactor diario neoyorkino no van por el lado de la población que sufre escasez de agua, sino por los problemas de orden público que se pueden generar. Cita un estudio que predice que un "10% de los mexicanos de entre 15 y 65 años podrían intentar emigrar al norte, como resultado de altas temperaturas, inundaciones y sequías, que desplazarían a millones de personas y aumentarían aún más las tensiones políticas sobre migración". El periódico agrega que en zonas donde disminuyen las lluvias, "el riesgo de que los conflictos menores crezcan para convertirse en guerras a gran escala se duplica aproximadamente al año siguiente".
La doctrina de "Dominación de Espectro Completo" del Pentágono, coloca en un mismo nivel la competencia global por el petróleo que por el agua, según el analista Pepe Escobar, lo que desafía el sentido común que destaca al petróleo en un lugar excluyente desde el punto de vista de su importancia geopolítica.

Los habitantes de Iztapalapa deben gastar casi el 10% de sus ingresos en el consumo de agua, lo que desestabiliza sus frágiles economías, ante un Estado que no acierta a encarar los problemas de la mayoría pobre de la población.

El analista mexicano Alfredo Jalife-Rahme, autor del libro "Las guerras globales del agua", asegura que el Estado de Israel sostiene un "apartheid acuífero" contra la población palestina de Cisjordania. Cita al editor de The Palestine Chronicle, Ramzi Baroud, quien dice que el control israelí del agua implica un "castigo colectivo" que busca evitar que desarrollen su economía que "depende entre 14 a 20% de la agricultura, por lo que negarle el agua destruye sus cosechas". Israel parece ubicarse a la vanguardia entre los Estados que utilizan el agua como arma de guerra, aunque no es el único.

Con motivo del Día Mundial del Agua, el 22 de marzo, Naciones Unidas alerta que 1.200 millones de personas sufren escasez de agua y que el déficit hídrico en 2030 será del 40%. Pero el uso del agua es profundamente desigual. El Foro de Davos estima que en las tres próximas décadas la demanda de agua por la industria crecerá un 400%. Las multinacionales de la minería, el agrobusiness y la generación de energía desarrollan una carrera por las fuentes de agua, para arrebatársela a las comunidades campesinas.
La lucha por apropiarse del agua, ya sea a través de las privatizaciones o por la sobre-utilización del recurso como sucede con el fracking, viene provocando agudos conflictos en América Latina: desde la "guerra del agua" en Cochabamba (Bolivia) en abril de 2000, hasta el reciente referendo en Cajamarca (Colombia), donde la mayoría de la población se pronunció el domingo 26 contra el megaproyecto de la multinacional Anglo Gold Ashanti de La Colosa. El principal argumento de campesinos y ambientalistas fue la defensa del agua para la agricultura.


Estados como California y ciudades como México y São Paulo, son laboratorios clave a la hora de observar cómo se posicionan los diferentes actores estatales y empresariales ante la escasez de agua. Así como en la capital mexicana predomina la desidia, en la brasileña las fuerzas armadas decidieron militarizar la distribución y las infraestructuras del agua.

Sequía en Brasil (archivo)
© REUTERS/ NACHO DOCE
La sequía obliga al racionamiento de agua en Brasil
São Paulo tiene 22 millones de habitantes y es una de las mayores concentraciones urbanas del mundo. Ante la escasez de agua, el Comando Militar del Sudeste decidió organizar debates y planificar operaciones militares para prevenir el caos social ante un posible corte del servicio. En mayo de 2015, un comando de entre 70 y 100 militares armados con ametralladoras ocupó las dependencias de la compañía SABESP (Saneamento Básico de São Paulo) previendo "una eventual necesidad de ocupación en caso de crisis", según el comunicado del Ejército.
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Toda el área del complejo de la empresa "es considerada estratégica y la acción forma parte de las actividades militares preventivas para la preservación del orden público y protección de las personas y del patrimonio". El Comando Militar organizó debates destinados a un público de oficiales, soldados y "profesores universitarios simpatizantes de los militares", para trazar un panorama técnico, político y social sobre la crisis hídrica que vivía la región en ese momento.

El director de SABESP, Paulo Massato, fue muy claro al considerar las consecuencias sociales de un colapso hídrico: "Será el terror. No habrá alimentación ni energía eléctrica. Será un escenario de fin del mundo. Son millones de personas y estallará el caos social. No será sólo un problema de desabastecimiento de agua. Será mucho más serio que eso".

Durante la sequía de 2015, cuando los reservorios de agua de São Paulo estaban apenas al 5% de su capacidad, la policía militar escoltaba los camiones cisterna en algunos puntos de la ciudad, sobre todo en la periferia, porque en los barrios populares los atacaban para saquear el agua.

Un grifo con agua
© FLICKR/ CHAQUETADEPOLLO
Experto: manejo del agua se complica por desordenada urbanización de Latinoamérica
En plena crisis la empresa estatal de agua difundió una lista de 537 clientes privilegiados que pagan menos cuanto más agua consumen (industrias, shoppings, redes como McDonalds), que en su conjunto consumen el 3% del agua de la ciudad y tienen descuentos del 75% en el precio. Ellos consumen "el equivalente al agua utilizada por 115 mil familias y fueron los mayores responsables por el aumento del 5,4% del consumo anual de agua", asegura la empresa.
Los pueblos parecen estar siendo víctimas de dos pinzas: las empresas multinacionales que se están apropiando de las fuentes de agua, por un lado, y las fuerzas armadas que trabajan codo a codo con esas grandes empresas para asegurar que no les falte el recurso hídrico. Un panorama tan poco alentador como insensato.

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