El rechazo al cambio provoca el peor estallido social en 20 años en Francia

  30 Mayo 2016    Leído: 541
El rechazo al cambio provoca el peor estallido social en 20 años en Francia
Una descafeinada reforma laboral de un Gobierno debilitado alienta en todo el país la revuelta de un sindicato radicalizado
En un país ya conmocionado por el terrorismo, la batalla entre un Gobierno debilitado y un sindicato radicalizado ha llevado a Francia al caos a cuenta de una rebajada reforma laboral. Hacía dos décadas que no se veían gasolineras sin combustible, refinerías bloqueadas y cientos de miles de manifestantes en las calles. También entonces, en 1995, el estallido se originó por una reforma, la de la Seguridad Social. Francia no admite reformas profundas. En todo caso, revoluciones.

Un directo colaborador del presidente François Hollande, el experimentado ministro de Finanzas, Michel Sapin, el máximo dirigente sindical y analistas consultados no se atreven a augurar cómo acabará esta grave crisis. En juego está el modelo social de Francia, el futuro de la izquierda, el papel de los sindicatos o el futuro de Hollande y su primer ministro, Manuel Valls.

¿Por qué ahora? Es incomprensible que Hollande haya lanzado su más dura reforma, no incluida en su programa electoral, a solo un año de las presidenciales y a tres meses de la Eurocopa. Ha avivado la división en la izquierda y la respuesta en la calle le ha devuelto al récord de solo un 15% de popularidad. La oposición afirma que “está acabado”. “No tiene autoridad ni credibilidad”.

Un colaborador del Elíseo explica que la primera parte de su mandato tuvo que dedicarla a equilibrar las desbocadas cuentas públicas, sobre todo el déficit. La segunda, a mejorar la competitividad de las empresas con 40.000 millones en ayudas y ventajas. “Ahora tocan las reformas estructurales”.

Pocas y rebajadas reformas. Pese a llamarla “la legislatura reformista”, Hollande y Valls han aprobado muy pocas y rebajadas. “Llevan 30 años diciendo que son necesarias, pero son siempre homeopáticas”, dice el historiador Benoît Pellistrandi. Cita como ejemplo las cuatro “insuficientes” reformas de las pensiones entre 1993 y 2013.

Implosión socialista. La ley originó de inmediato otro foso en la izquierda y en el propio Partido Socialista, hoy en riesgo de implosión. 24 diputados rebeldes –con otros 32 de la izquierda radical- apoyaron son su firma una frustrada moción de censura contra Valls. Ahora han pedido a Hollande que abandone “estas reformas que inquietan legítimamente y dividen inútilmente a la izquierda”. Falto de apoyos en la Asamblea Nacional, donde perdió la mayoría hace año y medio, Valls aprobó la reforma por decreto. Hace dos años predijo que “la izquierda corre el riesgo de morir” si no hace reformas. Hoy augura algo peor: “Este país se muere por sus conservadurismos, por la imposibilidad de reformarse”.

Cesiones inmediatas. El Gobierno limó y edulcoró la ley, que facilita y abarata los despidos, tras las primeras protestas en marzo. Es lo habitual en Francia. Ahora está abierto a negociar “más modificaciones”, pero la CGT le exige “simple y sencillamente” que retire la ley, como repite el líder de ese primer sindicato, el duro Philippe Martinez.



Dimisión de Valls. El Gobierno apuesta sin fisuras por “la firmeza”. Está obligado para no perder la escasa credibilidad que le queda. Si retirase la ley o la rebajara más, Valls, que admite “errores” en la gestión del proyecto, tendría que dimitir. Lo asumen en el Ejecutivo, aunque añaden: “Ese escenario no existe. Hollande no puede cambiar por segunda vez de primer ministro en dos años”.

Oportunidad para la CGT. Con 690.000 afiliados (llegó a tener más de tres millones), la CGT perdía miles cada trimestre y la CFDT, sindicato reformista que apoya el texto edulcorado, amenaza con quitarle el liderazgo. Hollande ha puesto en bandeja a Philippe Martinez y a su radicalizado sindicato la oportunidad de recuperar fuerza al movilizarse contra una ley denostada por más del 60% de los franceses, porcentaje igual al de los convencidos de que el Ejecutivo se rendirá. Como prueba de su radicalización, Martinez ha participado en incendios de barricadas ante centros de producción.

Eurocopa a la vista. A pocos días de la Eurocopa en Francia, que empieza el día 10, la capacidad de presión de los sindicatos es “brutal”, reconoce el Ejecutivo. La CGT y sus seis organizaciones aliadas han pactado esta semana “ampliar las movilizaciones”. Junio arrancará con paros indefinidos en ferrocarriles y aviación civil. El 14 habrá una manifestación gigante en París. ¿Acaso no era previsible una enorme protesta contra la reforma laboral? “La meteorología social es una ciencia muy aproximativa”, respondía el viernes el ministro Sapin en una reunión con cuatro periodistas, uno de EL PAÍS.

Sólo el ultraderechista Frente Nacional pesca en este río revuelto

Huelgas en el ADN. Los paros, huelgas y manifestaciones “están en el ADN de los sindicatos franceses”, comenta Martinez. “En 10 años ha habido 30 huelgas en el sector de la enseñanza”, recuerda Pellistrandi. El sector privado apenas participa en los paros. No cierra ninguna tienda.

Privilegiados. Entre los cientos de miles de asistentes a las manifestaciones hay cuatro colectivos identificables. La mayoría son representantes sindicales de empresas públicas o semipúblicas, como las de energía o transporte público. “Son trabajadores con más privilegios que el resto, con mejores condiciones laborales o de jubilación”, asegura Pellistrandi. “Una minoría”, insiste Valls.

Otro grupo lo componen estudiantes. El tercero lo integran grupos ácratas e indignados. Por último, cientos de encapuchados violentos actúan regularmente por toda Francia y originan continuos enfrentamientos con la policía. Ha habido ya más de 400 policías heridos y más de 200 jóvenes detenidos.

Le Pen gana. El ultraderechista Frente Nacional pesca en este río revuelto, coinciden los sondeos. Su líder y candidata, Marine Le Pen, y los suyos rechazan la reforma, censuran a la CGT por ser de “la extrema izquierda” y critican al Gobierno por no emplear la mano dura en la calle. Nadie duda de que el año que viene ganará la primera vuelta de las presidenciales. El ministro Sapin tiene claro el porvenir: “La izquierda está dividida. La derecha está dividida. Quien se califique para la segunda vuelta frente a Le Pen será quien esté menos dividido”.

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