Nuevo reto medioambiental para el mar Rojo: el turismo

  19 Enero 2017    Leído: 473
Nuevo reto medioambiental para el mar Rojo: el turismo
El desarrollo del sector impone desafíos adicionales a la gestión del agua en la zona oriental de Sudán

El gobernador del estado sudanés del mar Rojo, Ali Ahmed Mohamed, enseña orgulloso la maqueta del mercado que planea construir en el centro de Port Sudán, una especie de largo pasillo flanqueado por pequeñas tiendas de artesanía local, cafeterías y grafitis de colores brillantes. El proyecto es parte de los recientes esfuerzos de la administración para atraer a viajeros internacionales a una región caracterizada por una severa falta de agua potable y una de las tasas de malnutrición más elevadas del país. Para que el desarrollo de la industria no tenga un impacto negativo sobre el medio ambiente y se convierta en una ulterior fuente de estrés sobre este recurso tan escaso, será necesario planear minuciosas estrategias de intervención, según coinciden varios expertos.


En temporada alta, de acuerdo con el gobernador, el estado atrae alrededor de un millón y medio de turistas nacionales, a los que se suman unos 14.000 extranjeros, que se concentran en la costa para bucear y visitar los dos parques marinos recientemente declarados patrimonio mundial de la Unesco, Sanganeb y Dungonab.

"La industria del turismo necesita mucha agua, pero la desalinización del mar podría solucionar en parte el problema", asegura Ahmed Abdel Aziz, asesor de la Universidad del mar Rojo especializado en genética vegetal y medio ambiente. El científico admite que la escasez de este recurso es uno de los principales obstáculos para el desarrollo de la región oriental, cuya superficie equivale a casi la mitad del territorio español, con un litoral de unos 780 kilómetros.

El estado del mar Rojo es el más afectado del país por la falta de agua potable, explica Marcello Goletti, coordinador del programa sobre medio ambiente y agua en el país de la Organización Internacional para las Migraciones. Las aguas subterráneas no siempre están disponibles y, en muchas zonas, presentan una concentración excesiva de fluoruro o una elevada salinidad, lo que las convierte en inadecuadas para el consumo humano. Los efectos del cambio climático en la zona se reflejan en la escasez e inestabilidad de las lluvias, en alternancia con imprevistas inundaciones.


"La afluencia de migrantes contribuye a incrementar la presión sobre la limitada disponibilidad de este recurso, mientras que el asentamiento de la población en puntos dispersos de una zona tan amplia dificulta las soluciones para mejorar el acceso al agua potable", agrega el experto.

Entre otras medidas, Goletti sostiene que es necesario intervenir con un reasentamiento de la población en pequeños pueblos, programas de captación de lluvia y de desalinización, así como capacitación de instituciones y comunidades. Su organización ha implementado dos proyectos a lo largo de los dos últimos años en las comunidades de Haya, Dordieb y Tokar, incluyendo campañas de higiene, construcción y rehabilitación de bombas de mano y edificación de letrinas.

"Un adecuado plan de desarrollo del turismo tiene que abordar una mejora de los servicios básicos, empezando por el acceso al agua potable y la higiene. En la zona oriental de Sudán, la práctica de defecar al aire libre aún es muy frecuente", insiste Goletti. "Creo que aún quedan por solucionar muchas otras cuestiones antes de que Sudán pueda abrirse al turismo, por ejemplo los trámites para el visado o la seguridad. También habría que trabajar sobre la mentalidad de las comunidades anfitrionas, para que su visión del extranjero pase de ‘potencial invasor’ a ‘huésped bienvenido que genera ingresos".

Gian Pietro Testolín, coordinador del programa de ayuda humanitaria y emergencias de la cooperación italiana en el país, coincide con esta visión. "El turismo podría convertirse en un sector de gran interés económico por las atracciones naturales, sobre todo marinas, sin contaminar de la región. Sin embargo, aún se trata de una quimera y hacen falta profundos cambios políticos y sociales que difícilmente pueden realizarse a corto plazo", admite.

En la zona oriental de Sudán, la práctica de defecar al aire libre aún es muy frecuente

Las intervenciones de la cooperación italiana en la región benefician a unas 400.000 personas y se centran en los servicios básicos, incluyendo la construcción y rehabilitación de sistemas de distribución hídrica y de acueductos o la edificación de letrinas de agua en escuelas en sustitución de las secas.

Testolín subraya que el acceso al agua en la región es “uno de los más críticos, sino el que más” de todo el país, ya que en esta zona semidesértica las precipitaciones varían entre los 150 milímetros a menos de 50 milímetros por año en la costa. En la ciudad de Port Sudán, que junto con las zonas aledañas abarca 1,5 millones de habitantes, el agua se distribuye principalmente a través de cisternas, a veces arrastradas por burros. "Este sistema tradicional carece de controles sobre la salubridad y determina en algunas épocas del año un incremento de hasta un 80% de las enfermedades gastroentéricas por la contaminación de los contenedores y los puntos de abastecimiento", explica.

La situación de la región del mar Rojo no es una excepción en el contexto de Sudán. La Oficina de ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) estima que sobre una población de 34,8 millones de habitantes, 5,8 millones necesitan asistencia humanitaria. Unos 4,6 millones de personas se enfrentan a inseguridad alimentaria, una cifra incrementada en 1,2 millones tras el paso de El Niño. A los miles de desplazados internos, provenientes sobre todo de la región occidental de Darfur, en los últimos tres años se han sumado alrededor de 350.000 refugiados de Sudán del Sur, un número que, según proyecciones de OCHA, está destinado a incrementarse.

ElPais

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