Los expertos y autoridades se mantienen pendientes desde el día jueves, aunque no se han registrado más daños que los esperables en el entorno natural y agrícola inmediato al volcán, a 3.340 metros sobre e nivel de mar. A la emanación de ceniza se suman rocas que quedan en localidades deshabitadas a corta distancia y de la incesante vibración del macizo, producida por el paso de gases, líquidos o magma dentro en los conductos internos, como ocurrió también en marzo de 2015.
En los pueblos y ciudades del centro del país, algunas personas han tomado las recomendaciones sanitarias y se les ve caminar con mascarillas para evitar la irritación de vías respiratorias. La ceniza y gases también provocan molestias en los ojos, por lo que numerosas actividades al aire libre han sido canceladas durante el fin de semana, sobre todo las que involucran niños.
En el aeropuerto Sanatamaría se han cancelado varios vuelos por decisión de aerolíneas como Aeroméxico, Southwest, AirCanada o Spirit, a pesar de que la empresa administradora Aeris reporta condiciones aptas para los despegues y aterrizajes. Para este domingo no estaban previstas más cancelaciones.
De los siete volcanes activos de Costa Rica, el Turrialba es el que más apuros ha provocado en los últimos dos años. La población más cercana ha visto deteriorarse sus cultivos, los pastizales para el ganado lechero típico de la zona y también han debido cancelar los negocios turísticos alrededor del volcán.
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