La inteligencia militar británica dijo el lunes que la compañía militar privada rusa, el Grupo Wagner, ha sido desplegada en el este de Ucrania.
“Se espera que desplieguen más de 1.000 mercenarios, incluidos los principales líderes de la organización, para emprender operaciones de combate”, dijo el Ministerio de Defensa británico.
El informe afirma que el personal de Wagner ha sido priorizado para el conflicto en Ucrania en lugar de las operaciones en África y Siria. Esto fue motivado por grandes pérdidas y una invasión que se ha frenado debido a la feroz resistencia ucraniana y graves problemas logísticos.
Las empresas militares privadas, como el Grupo Wagner, se han convertido en los últimos años en una herramienta vital con la que Rusia expande su influencia en el mundo al tiempo que defiende sus intereses. Actualmente, hay presencia de mercenarios rusos en al menos 30 países de cuatro continentes, lo que demuestra la expansión de este fenómeno que tuvo en el conflicto de Ucrania en 2014 su primer ensayo.
Aunque las empresas de mercenarios son técnicamente ilegales según la Constitución rusa, lo cierto es que se han convertido en un componente clave de la estrategia de “guerra híbrida” que viene llevando a cabo Moscú y ofrecen al jefe de estado ruso, Vladimir Putin, un medio con el que “ejecutar sus objetivos políticos y hacer avanzar los intereses de seguridad nacional rusos en todo el mundo”, de acuerdo a un informe el Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
En general, según los autores de Las guerras de los mercenarios de Moscú, estas firmas de seguridad están en manos de oligarcas próximos al Kremlin, como es el caso de Prigozhin, muy cercano a Putin y que es objeto de sanciones por parte de Estados Unidos.
Uno de sus principales cometidos es de apuntalar la política exterior rusa y ampliar su influencia a nivel mundial, puesto que gracias a los mercenarios Moscú puede apoyar a determinados países o socios.
Desde el punto de vista militar, dadas las capacidades de estos mercenarios (generalmente antiguos miembros de las fuerzas de seguridad), se puede reforzar a aliados, al tiempo que se establece presencia militar en escenarios donde no la había e incluso se llega a alterar el equilibrio de poder en determinados conflictos “mientras se mantiene un grado de negación plausible por parte del Kremlin”, destacan los autores.
Además, los mercenarios son más prescindibles y su uso es menos arriesgado que el despliegue de soldados rusos, especialmente en caso de que mueran en combate o durante misiones de entrenamiento. Los efectivos de las empresas de seguridad se han convertido también en una fuente para recabar información de Inteligencia, además de poder llevar a cabo acciones encubiertas y actividades clandestinas, según el CSIS.
Los contratistas de seguridad reciben entrenamiento antes de ser enviados al extranjero, en algunos casos incluso dentro de bases militares y con el probable apoyo del Ejército y los servicios de Inteligencia. El Grupo Wagner forma a sus hombres en dos campamentos junto a una base de los servicios de Inteligencia (GRU) en Molkino, en la región de Krasnodar.
(Con información de Reuters y Europa Press)
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