Quizás una de las mejores fórmulas para analizar el debate nuclear en Europa sea la de sondear el punto de cocción que alcanza este asunto en el eje franco-alemán. Entre la postura de defensa de una energía limpia medioambientalmente, y la doctrina de Berlín, contraria a la estimulación de centrales nucleares por los problemas de reciclaje de su material nocivo. No por casualidad, la moratoria atómica germana fue instaurada por la entonces canciller Angela Merkel, en 2011, tras el desastre desatado en Fukushima por el tsunami que arrasó las instalaciones y generó el temido aire radioactivo en la ciudad japonesa. Desde entonces, la orden es nítida: cerrar todos y cada uno de los reactores nucleares que operan en suelo alemán. Mientras, al otro lado del cordón umbilical que une a las dos superpotencias europeas, Francia mantiene inalterable su liderazgo energético procedente de fuentes atómicas.
Ha tenido que llegar una crisis energética de alta demanda y escasa oferta, fruto de cuellos de botella comercial y logística, colapsos y disrupciones en las cadenas de valor, especulación en la cotización del gas y del petróleo y en los activos del sector y tensiones geopolíticas de por medio para vislumbrar las serias discrepancias surgidas en el núcleo duro de la UE. Hasta el punto de que, apenas un año después de que la Comisión expusiera el Green New Deal, la estrategia que iba a conducir al Viejo Continente a ser el primer territorio con emisiones netas cero en 2050, ha virado de forma drástica de rumbo e incorpora el gas natural licuado y la energía nuclear en su mix energético. Justo cuando la locomotora económica europea tiene previsto, a finales de este año, apagar los escasos reactores nucleares que siguen operativos.
No es el colofón que se esperaba en Berlín; ni el anterior ni el actual gobierno semáforo del canciller Olaf Scholz. Aunque ningún augurio hacía presagiar que los precios eléctricos mayoristas fuesen cuatro veces más caros que al inicio de la Gran Pandemia.
Ante esta tesitura, los gobiernos europeos han emprendido acciones de emergencia, de apoyo a sus consumidores domésticos -hogares, empresas e industrias- ante la escalada de los recibos de la luz, que podrían irrumpir de nuevo al alza por la crisis de Ucrania. Unas posiciones que han abierto una brecha política en torno a la energía nuclear, desencadenante, también por razones socio-culturales, de cualquier componenda de visión colectiva. Con China reactivando su poder nuclear para abordar su desafío de descarbonización, atender su elevada demanda de energía y certificar el sorpasso a EEUU, también potencia mundial en este terreno, en el ecuador de esta década. Y Rusia acelerando la construcción de más de una veintena de reactores y planificando la exportación de tecnología e instalación de centrales, según la Asociación Nuclear Mundial, la WNA.
"No creo que vayamos a ver un consenso entre los socios europeos sobre los activos existente ni sobre la permisividad o no de nuevos reactores atómicos", afirma Peter Osbaldstone, director de investigación de renovables en Wood MacKenzie a Bloomberg. "Es tal la polarización masiva entre las opiniones nacionales que la nuclear se ha hecho un hueco poderoso en no pocas de las estrategias oficiales que le reportarán notables inversiones"; algunas de ellas, para centrales de nuevo cuño, advierte.
Francia, el mayor poder nuclear de la UE, ha avanzado un renacimiento de su energía atómica, al igual que Países Bajos, que desea añadir mayor capacidad, o Polonia, que busca cincelar una imagen de hub y unirse al club nuclear europeo. Con Finlandia a punto de inaugurar su primera planta -la Olkiluoto 3- en cuatro décadas, después de 12 años de retrasos y miles de millones de euros de sobrecoste financiero. Mientras, Bélgica y España siguen la estela alemana de paulatino abandono de la energía atómica. Austria la rechazó en referéndum en 1978.
"Pese a la creciente reivindicación internacional para acelerar la neutralidad energética y prestar batalla real al cambio climático, la industria nuclear global se mantiene firme en sus raíles", avisa Chris Gadomski, analista jefe de esta fuente de energía en Bloomberg New Energy Finance. En especial, en Europa, donde ha pasado a ser designada sostenible. Sondeos demoscópicos como el de YouGov, de diciembre pasado, también revelan esta división en el ámbito social. Daneses, alemanes e italianos son más escépticos con la energía atómica que franceses o españoles. Para Vince Zabielski, del despacho de abogados neoyorquino Pillsbury Winthrop Shaw Pittman y un antiguo ingeniero nuclear durante quince años, "cualquier posicionamiento político a favor de una moratoria atómica puede modificar la perspectiva de la opinión pública cuando se aproxima el momento del apagón". Es como una maldición -explica- que, sin embargo, encuentra un cierto argumento con la necesidad europea de reducir su dependencia de fuentes energéticas externas y, muy, en especial, del gas y del petróleo.
Medio billón de inversión en nucleares
El cheque lo hizo oficial el comisario de mercado interior, el empresario francés Thierry Breton. Las estructuras de energía atómica en la UE precisarán de 568.000 millones de dólares "en los próximos 30 años"; unas inversiones "colosales" -dijo-, pero necesarias para que Europa consiga alcanzar sus metas de reducción de emisiones y atender a la creciente demanda eléctrica de su bloque comercial. Breton también dejó clara su opinión favorable a una transición energética en la industria nuclear antes de desglosar cómo, en su opinión, debería desglosarse las partidas: en 50.000 millones de euros para las plantas en uso y medio billón de euros hasta 2050 en construir plantas atómicas de la próxima generación, explicó en el semanario galo Journal Du Dimanche.
"La transición verde dirigirá la revolución industrial a una escala impredecible en la que la fuente nuclear tendrá su sitio", enfatizó Breton, quien mostró su respaldo a la catalogación de estos flujos de capital como "sostenibles" en la llamada taxonomía europea.
En un mercado interior en el que el 25% de la producción eléctrica procede de fuentes atómicas, según datos de la Comisión Europea correspondiente a 2020. Los trece socios que disponen de centrales nucleares -en concreto, 109 reactores- generaron 683,512 GWh de electricidad. Con Francia copando el 52% de la misma (353,833 GWh), seguida de Alemania, con 64,382 GWh y el 9%, igual proporción que España, aunque con 58,299 GWh, y de Suecia: 49,198 GWh y un 7%. Estos cuatro socios acaparan más de las tres cuartas partes de la aportación de la energía nuclear al mix eléctrico del club comunitario.
En el informe de Bruselas se constata que Francia es el país más dependiente de esta fuente de energía, ya que representó el 67% de su capacidad eléctrica en 2020. La otra nación con más de la mitad de cuota nuclear eléctrica es Eslovaquia, con un 54%. A los que persiguen Hungría (46%), Bulgaria (41%), Bélgica (39%), Eslovenia (38%), República Checa (37%), Finlandia (34%), Suecia (30%), España (22%), Rumanía (21%), Alemania (11%) y Países Bajos con el 3%.
Sin embargo, y el mismo tiempo que se suceden estos acontecimientos, emporios energéticos como Electricitè de France (EDF) admiten que su capacidad de generación eléctrica "está en el peor momento de las últimas década" debido a "una serie de problemas técnicos" que han conducido a la "más reducida cantidad de energía atómica" creada en sus plantas de las últimas tres décadas, lo que pone en un atolladero su poder exportador hacia sus vecinos, reconocía en su nota a inversores Nicolas Goldberg, gestor de energía en Colombus Consulting en París. "Es una situación que empieza a ser preocupante y que va a conducir a una nueva subida de precios en el que todos los agentes, desde empresas a hogares, van a pagar más por la luz". Francia ha sido un suministrador habitual de electricidad desde sus fuentes atómicas. En particular, de sus socios español, italiano, belga y alemán, en tiempos en los que, con en la actualidad, la demanda ha tocado techo. De igual modo que a Reino Unido y Suiza. EDF admite que 5 de sus 56 reactores están paralizados para ser revisados según los protocolos de seguridad.
Este colapso de abastecimiento añade presión a la ya de por sí fuerte dependencia alemana de las conexiones eléctricas francesas, "toda vez que Berlín se resiste a volver a activar el botón de lo nuclear y del carbón", explica Johannes Pretel, responsable del holding eléctrico Axpo AG, con capital germano-suizo. Y el invierno -aclara- será largo y riguroso, pero "tenemos capacidad para dar suministro; el problema será el próximo, cuando las plantas alemanas echen el cierre".
publico
Etiquetas: