Más partido que esteladas

  23 Mayo 2016    Leído: 728
Más partido que esteladas
Banderas de todos los colores, pitidos y aplausos al himno y ambiente festivo en la grada
Tan pronto como llegó al antepalco del Vicente Calderón, Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, se hizo una foto con Manuela Carmena, su colega madrileña, y Juan Espadas, el alcalde de Sevilla, la colgó en su cuenta de Twitter: “Dos alcaldesas y un alcalde en nuestra primera #FinalCopa, dispuestos a disfrutar con deportividad y fraternidad :)” Una imagen siempre vale más que mil palabras. Y de eso, de gestos y de imágenes, hubo muchas durante el día por las calles de Madrid y dentro del estadio que albergó la final de la Copa de Rey. Y de deportividad y fraternidad también. Y banderas, y cánticos. Y partido. O sea, una final de Copa con todas las de la ley. Y en la grada, los Reyes, don Felipe y doña Letizia. Y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, junto al presidente de la Federación Española, Ángel María Villar. En el Calderón, más de 50.000 aficionados animando al Barcelona y al Sevilla, con ganas y banderas. Como manda el protocolo.

A un lado, la grada se llenó de sevillistas llegados de toda España, al otro de aficionados del Barcelona. A su bola, unos cantaban que eran españoles, otros que viva el Betis; unos entraron con banderas esteladas, otros con banderas de España, andaluzas, senyeras catalanas, blancas, rojas, azules, del Barça, de Cuba y hasta de Marruecos. “¿De Marruecos?”. “Sí, soy de Cádiz y del Barça, pero voy al campo con la bandera que me da la gana”, aseguraba Joaquín, un tipo peludo y desdentado por los pasillos del Calderón, donde no se registraron incidentes. “Hombre. Siempre hay algún tonto, pero nada destacable”, admitía un policía, con pinta de haber trabajado poco durante la entrada de aficionados. Los del Barcelona encontraron sobre sus asientos banderitas con los colores de la senyera y del club al acceder al campo.


“Alguien se puso una venda antes de la herida. Se creen que somos bobos”, explicaba Pietro, un brasileño casado con Montse, de Mollerussa: “Si la delegada del gobierno no dice lo de la estelada ni me acuerdo de la bandera”, explicaba mientras se compraba unas palomitas. Ella no había traído su estelada. “Por si había problemas para acceder al campo, la entrada de mi marido está a nombre de mi hermano”, dijo. No hubo controles excesivamente minuciosos, salvo en personajes concretos que por su pinta o estado etílico invitaran a impedirles la entrada. “Sentido común, mucho sentido común”, argumentó uno de los responsables de la organización. Marisa, de Triana, reconoció que le habían mirado el bolso. “Pero poco”, matizó. Al cuello, la bandera de Andalucía.

De hecho, si hubo buen ambiente en el palco, lo hubo en la grada, pitos al himno al margen, y también sobre el césped, al menos al inicio del encuentro, que luego cada uno metió el pie con manifiesta voluntad de llevarse el balón por delante. De entrada hubo dos pasillos cargados de simbólico respeto motivo por el que los capitanes, Iniesta y Coke, salieron al campo flanqueados por sus compañeros. A un lado aplaudieron los jugadores del Sevilla. Al otro, los del Barça, mientras en uno de los goles, una enorme tela con el dibujo del rey San Fernando, el soberano que aparece dibujado en el escudo del Sevilla, recibió a los jugadores del conjunto andaluz. Al otro, sobre un fondo azul, el escudo del Barça, con el lema Volem el doblet (Queremos el doblete), ocultaba las cabezas en la grada que normalmente ocupan los seguidores del Frente Atlético para recibir a los chicos de Luis Enrique.


Y en esas, sonó el himno de España. Y unos sacaron sus banderas rojas y gualdas, pero también de Andalucía y republicanas, y otros, las suyas y se vieron muchas esteladas, pero no tantas, claro, como hace un año en el Camp Nou; y unos cantaron “Lo lo lo lo”, y otros pitaron. Y aquí paz y después gloria. A diferencia de anteriores finales, al menos las que el Barcelona jugó en Mestalla contra el Real Madrid hace dos temporadas o la de hace un año, en el Camp Nou, contra el Athletic, el nivel de rechazo al himno pareció menguar, aunque eso sea siempre difícil de cuantificar. “Los del Athletic pitaron mucho el año pasado”, razonaba un veterano empleado de la federación.

Y empezó el partido, Messi pidió la pelota y a la media hora, expulsaron a Mascherano. Hubo partido. Y fue emocionante y bonito como una final de Copa.

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