En la política de Rusia existe una línea de herencia. Después de la firma de los tratados de Gulistán y Turkmenchay como resultado de la guerra con Irán, la Rusia zarista relocalizó a la abrumadora mayoría de los armenios en Irán en las tierras de Azerbaiyán-Karabaj y Armenia. A la par, llevó a gran número de los armenios que le respaldaban en la guerra contra el Imperio Ottomano a fines de garantizar su seguridad a Armenia y Karabaj. Moscú, descontenta con la política de Pashinián, hizo circular en la prensa armenia algunos archivos a este respecto. Los diplomáticos de EE UU, la UE y otros países en Ereván deberían ver estos materiales.

Los armenios de Karabaj, así como los de Marsella y de Glendale, no son aborígenos. Si a Marsella, León, Glendale y a otros estados del mundo los armenios se trasladaron para vivir, a Karabaj fueron llevados para servir a los objetivos del Imperio ruso. A día de hoy, esto no deja de manifestarse. En cualquier parte del mundo los armenios y los azerbaiyanos pueden vivir juntos, en el suelo de Azerbaiyán los presentan como "incapaces de convivir". En la doctrina del ex presidente Robert Kocharián se decía esto.

Occidente debería comprender la situación lo más pronto posible, que sería muy beneficioso para toda la región y Europa. El Gobierno de Azerbaiyán aprovecha todas las oportunidades de su "fuerza blanda" en aras de la convivencia segura y reintegración de los armenios de Karabaj, que son portadores de la política de la Rusia zarista. Es una lástima que los que conducen el proceso a las operaciones bélicas todavía sean muy fuertes.

Mubariz Ahmadoghlu

Director del Centro de Innovaciones Políticas y Tecnologías

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