Isabel Coixet, Netflix y el primer matrimonio homosexual en España

  14 Febrero 2019    Leído: 1142
Isabel Coixet, Netflix y el primer matrimonio homosexual en España

La directora catalana presenta el drama amoroso en blanco y negro 'Elisa y Marcela', y se defiende de quienes piden la retirada de su filme de la Berlinale por producirlo una plataforma

Hace de ello más de un siglo, pero la Iglesia nunca anuló el matrimonio, por lo que podría considerarse la única unión lésbica religiosa aprobada. El 8 de junio de 1901, dos maestras gallegas, Marcela Gracia Ibeas y Elisa Sánchez Loriga, se casaron en la parroquia de Dumbría (A Coruña). Marcela y Elisa se habían conocido cuando eran estudiantes, habían convivido como pareja, y para acallar rumores convirtieron a Elisa en su fallecido primo Mario, con lo que el cura de Dumbría pensó que contraían matrimonio un hombre y una mujer. Pero las habladurías continuaron en Couso, la aldea donde daban clase, y tuvieron que huir a Portugal. En Oporto fueron detenidas el 16 de agosto y con Marcela embarazada entraron en prisión. ¿Quién fue el padre de la niña que nació el 6 de enero de 1902? No se sabe, como tampoco se conoce mucho más de la vida de la pareja en Argentina, adonde huyeron ese mismo año sin el bebé.

Suena a material para una gran película. Lo mismo pensó Isabel Coixet hace ya más de diez años, cuando conoció la historia en un viaje a Galicia de boca de Narciso de Gabriel, estudioso del caso, y autor de Elisa y Marcela. Más allá de los hombres (Libros del Silencio), la guía de Coixet para este viaje. O como aseguraba ayer la cineasta en la rueda de prensa de Elisa y Marcela en la Berlinale: "Solo puedo decir que las historias me encuentran. Y que habitualmente me centro en mujeres fuertes porque es el tema que controlo".

El viaje de Elisa y Marcela no ha sido fácil ni va a serlo. Coixet lleva con el guion bajo el brazo una década. Pero no lograba levantar la producción. Por varias razones. Una, que en la primera página del libreto aclaraba que el drama se rodaría en blanco y negro: "Todas las imágenes de la época son en blanco y negro. Eso detenía a bastantes productores. Hoy, en cambio, Roma o Cold War demuestran que se puede tener éxito en ese formato". Segundo, por el tema. "A quien le contaba la historia le parecía exótica aunque inverosímil. Incluso en Francia, donde me reuní con algunos productores, me decían que en Galicia... En fin, mi mejor capacidad como cineasta reside en mi cabezonería. Sabía que algún día la filmaría, y así ha sido". Y el nuevo drama de Coixet está recibiendo ataques por quién lo ha pagado: Netflix. "De la productora Rodar y Rodar me preguntaron si podían llevar el proyecto a Netflix, y a ellos no les disgustó ni el blanco y negro ni la temática". La catalana insiste en que, a sus 58 años, sabe de sí misma que es un cineasta "que se lo curra". "Para mí es una película, nunca me planteé quién la pagaría. Y más cuando antes a nadie le interesaba".

En una carta abierta al festival de Berlín y a la ministra de Cultura de Alemania,varios exhibidores germanos -que agrupan 160 salas, la mayor parte de arte y ensayo- han pedido que se saque del concurso a la película española porque en Alemania nunca se verá en la gran pantalla: solo tiene asegurado su estreno en cines en España (y aún no hay fecha). Coixet se ha mostrado tan contundente como dolida: "Yo hago las películas para la gran pantalla. Un año antes de que se acabara ya sabíamos que en España sí saldríamos en salas. Lo que no es justo es que la historia de estas chicas, en nombre de la cultura, sea eliminada de la competición. Creo en el respeto al autor, y pedir que no esté aquí es no respetar al autor. ¿Que si me ha dolido la carta? Por supuesto. Que esto se haga en nombre de la cultura... Mira, los exhibidores hacen negocio con lo que crean los autores, así que boicotear a un autor es incoherente. El futuro pasará por la coexistencia en películas en plataformas y salas. Y la cosa va a cambiar con el triunfo de Roma en los Oscar. Pero la carta es una falta de respeto al festival, a la producción y a mí como autora. Me duele que nos señalen como si hubiéramos intentado engañar a alguien". Con ello se refería a que los exhibidores pensaban que en Alemania también llegaría a sus salas, como subrayan en su misiva: “La Berlinale defiende la gran pantalla, mientras que Netflix la pequeña”.

La cineasta ha recordado que su abuela vendía entradas en un cine. "Yo misma crecí en aquella sala, y por supuesto que hago y se hacen las películas para gran pantalla. Cuando veo a alguien viendo un filme mío en una tableta, me duele porque lo he hecho para otro lugar, porque pertenezco a otra generación. Pero al menos la está viendo. Sé que había distribuidores de otros países interesados en Elisa y Marcela, y me gustaría que se hubiera visto en cines en Brasil, donde se va a prohibir el matrimonio homosexual". En cambio, ha agradecido el apoyo de la Berlinale. "Aquí he vivido mis peores y mis mejores momentos como cineasta. Yo hago películas porque es un virus que me posee. En esta edición, pensé que esta vez lo había hecho bien cuando vi que junto a mí en la sección Oficial había otras directoras como Lone Scherfig, Agnieszka Holland, a la que adoro, o Agnès Varda, que es mi objetivo vital".

De vuelta a Elisa y Marcela, que ha rodado con poquísimo presupuesto y en solo cuatro semanas, su creadora, que estaba acompañada en la rueda de prensa por las dos actrices, Greta Fernández y Natalia de Molina, explicó: "Lo que más me interesaba era explorar su relación, cómo descubrieron el sexo entre ellas en 1901, cuando no había cultura queer...". Y como influencias, ha reconocido dos pictóricas a la hora de filmar las secuencias sexuales: "Para el momento con las algas me inspiré en el retrato de Maruja Mallo en el que se fotografió desnuda envuelta en algas". Y sobre el uso de un pulpo como elemento sensorial, apuntó entre risas: "Soy gran fan del pulpo, aunque quizás no en la cama. Buscaba una referencia sensual que no fuera masculina. Y recordé las ilustraciones del japonés Katsushika Hokusai. Sencillamente, me pareció divertido". ¿Cree que ha hecho una película política? "Yo estoy en contra del matrimonio, pero espero que la gente haga lo que quiera. Me parece importante esa frase de Marcela al cura, al médico y a la vecina cotilla: '¿Por qué no nos dejan vivir nuestra vida?'. Con todo, nunca me he olvidado de que esto es una película, no un manifiesto".

Elpaís


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