La UE exige más a May, pero abre una rendija para evitar una ruptura

  21 Octubre 2017    Leído: 446
La UE exige más a May, pero abre una rendija para evitar una ruptura
La cumbre de líderes en Bruselas apunta a diciembre para hablar del futuro postBrexit.
La UE hace un guiño a Reino Unido para evitar que cunda el desánimo sobre el Brexit. Los jefes de Estado y de Gobierno constatarán este viernes en Bruselas que no hay progresos suficientes para dar por superada la fase del divorcio y pasar a lo que verdaderamente importa en Londres: el futuro acuerdo comercial con Bruselas. Pero, a la vez, la cumbre ofrecerá una especie de premio de consolación a la primera ministra, Theresa May. Los Veintisiete se declararán dispuestos a preparar ya la discusión sobre el marco que sucederá al Brexit. May les pidió este jueves avances en este complejo proceso.

La retirada británica de la UE se ve de forma radicalmente opuesta a ambos lados del Canal de la Mancha. “Vamos a examinar los progresos concretos que hemos hecho durante nuestras negociaciones y a fijar los ambiciosos planes que tenemos para las próximas semanas”, confiaba la primera ministra británica, Theresa May, a su entrada a la cumbre. “No hay progresos suficientes para pasar a la segunda fase”, sintetizaba la canciller alemana, Angela Merkel, aunque también abría una rendija al futuro: “Continuaremos las discusiones con vistas a alcanzar la segunda fase en diciembre”.

Esa referencia concreta al final del año es lo que salva a May de volver a Londres con una sensación de derrota. La cumbre de octubre estaba destinada a certificar los avances en las negociaciones de divorcio para abrir la ansiada segunda fase. Una vez constatado que ese escenario era inalcanzable, los Veintisiete idearon una fórmula que limara asperezas. Las conclusiones que tienen previsto aprobar este viernes los líderes (en formato post-Brexit, ya sin May) apuntan a la cumbre de diciembre como fecha para aprobar el mandato de negociación de la relación futura. Y para ello se inician ya “las discusiones preparatorias internas”.

“Una Europa que protege es una Europa que sabe pactar buenos acuerdos de libre comercio para proteger a sus trabajadores y consumidores”, afirmó Macron a su llegada. “No me gusta el enfoque de que debemos frenar las negociaciones de libre comercio”, contrapuso el primer ministro sueco, Stefan Löfven. Otros países como Holanda y Finlandia tampoco comparten esos recelos hacia la globalización. Enfrente, Francia apuesta por un equilibrio entre la tradicional posición librecambista de la UE y el guiño a las críticas de la ciudadanía a acuerdos como el CETA (con Canadá) o el TTIP (con EE UU).

Esa concreción incomodaba a algunos Estados, que se resistían a dar árnica a Reino Unido. El motivo es que un capítulo de los tres que componen la cesta del divorcio (el ajuste de cuentas entre Londres y Bruselas a la hora de la salida) no ha avanzado ni un milímetro desde el inicio de la negociación. “Pero la mención de diciembre no nos compromete a nada”, puntualiza un diplomático europeo.

Antes de la sesión de este viernes, May pretendía aprovechar la cena de anoche, a la que sí asistía, para hacer un llamamiento a la concordia. Ningún país esperaba promesas concretas, pero la líder británica caldeó el ambiente por la mañana, con una carta de apego hacia los más de tres millones de ciudadanos comunitarios que residen en Reino Unido y que se verán directamente afectados por la ruptura. Este es el único apartado de la negociación que registra avances significativos.

Aunque todas las voces europeas cuentan, el papel de Alemania en el tono final del Brexit (suave o duro) se anticipa fundamental. Más allá de las declaraciones públicas, el Ministerio de Exteriores alemán aboga en un documento interno, al que ha tenido acceso este diario, por un amplio acuerdo de libre comercio, que incluya como mínimo la política exterior y de seguridad, la lucha contra el terrorismo, la cooperación en justicia, la política agrícola y de pesca, la energía, el transporte (en especial el aéreo) y los asuntos digitales y de I+D. La clave, sin embargo, es el pacto sobre los servicios financieros: saber si la City puede seguir siendo el centro financiero de Europa o si Berlín va a presionar para traérselo al continente; a Fráncfort.

Antes de adentrarse en el Brexit —el apartado más sustancial de la cita de líderes en Bruselas—, los Veintiocho abordaron otros asuntos. La cita empezó con la migración. Los gobernantes se felicitaron por haber dejado atrás los peores momentos de la crisis migratoria, pero son conscientes de que las tensiones pueden emerger en cualquier momento.

Fondos para África


La Comisión Europea urgió a los países a nutrir el fondo fiduciario para África, el principal instrumento del que se ha dotado la UE para fomentar el desarrollo del continente vecino (principalmente para contener los flujos migratorios). Algunos países recelan de este instrumento, dotado con 3.100 millones de euros (casi la totalidad proveniente de los presupuestos comunitarios). “Claramente es insuficiente; si queremos estar presentes en África, tenemos que incrementarlo”, instó el presidente del Ejecutivo de la UE, Jean-Claude Juncker.

Los Veintiocho evitaron ahondar en el debate más controvertido: la reforma del sistema de asilo para equilibrar la responsabilidad entre Estados miembros. Como palanca de presión al Consejo Europeo, que representa a los Estados, la Eurocámara aprobó este jueves su modelo, que ahora deberá ser negociado con los gobernantes. Se trata de un sistema permanente de reparto de refugiados entre los países comunitarios, algo que levanta ampollas entre muchos mandatarios (especialmente los del Este). El Parlamento propone que cada país acoja asilados en función de su PIB y su población y que se resten fondos estructurales a aquellos que no cooperen. Es muy improbable que el Consejo respalde esta fórmula.

En la cena, más informal, hubo una discusión sobre Turquía. El asunto se incluyó en la agenda a petición de Alemania, cuando la ficción de mantener a ese país como aspirante a ingresar en la UE calentó la campaña de las elecciones alemanas. Casi un mes después, los ánimos se han serenado y ni Berlín, ni casi ninguna otra capital, abogan en serio por suspender formalmente ese vínculo —en la práctica congelado— con un socio estratégico.

A la vez, se resisten a quedarse de brazos cruzados ante el deterioro de la democracia en Turquía. Y se agarran a una vía intermedia: mantener, sobre el papel, la perspectiva de adhesión pero congelar —o reorientar— los fondos europeos que recibe Turquía en concepto de preparación para la integración europea.

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